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Esta práctica se asemeja a sentarse en la orilla de un río, contemplando los pensamientos, sentimientos y emociones que surjan en el momento, observando la corriente sin identificarse con los pensamientos. Dejar de aferrarse a la experiencia interna permite sentirse un poco más relajado, al mismo tiempo que aumenta la conciencia de uno mismo, de la naturaleza cambiante de las emociones y del cuerpo.